El rápido cambio tecnológico por el que atraviesa el mundo
contemporáneo, con los grandes avances en las tecnologías de la información y
las comunicaciones (TIC), así como la biotecnología y los nuevos materiales,
plantean una serie de oportunidades y desafíos a la sociedad y a la estructura
productiva de los distintos países a nivel mundial. De esta forma, es común
escuchar que aquellos países que no logren adaptar para sí las transformaciones
impulsadas por las nuevas tecnologías en la industria, agricultura, salud,
medio ambiente, energía, educación y otros sectores, corren el riesgo fatal de
quedarse a la zaga en términos de desarrollo y bienestar; y más aún en el caso
particular de los países en desarrollo, de profundizar la llamada brecha
tecnológica que los separa del mundo industrializado
Visto en perspectiva amplia, lo que se ve hoy en día es la
consolidación de un proceso que se inició con la revolución industrial en
Inglaterra en la segunda mitad del siglo XVIII, y que se ha venido acelerando
en los últimos cien años, gracias a los grandes avances en campos como el
transporte, la generación de energía, las comunicaciones y la medicina. Este
proceso de avance científico-tecnológico tiene como su manifestación más clara
la elevación de los estándares de vida de la población, y la transformación de
una serie de condiciones relacionadas con la forma de vida y trabajo de las
personas.
1. Poca información sobre cómo emprender. Los emprendedores
aún se sienten desorientados al plantearse cuestiones como qué tipo de sociedad
mercantil es óptima, cómo se deben de llevar las rondas de negociación con los
inversionistas o cuál es la mejor manera de presentar un proyecto.
2. Desvinculación entre centros de conocimiento e iniciativa
privada. El sector empresarial mexicano históricamente ha contribuido poco para
impulsar la investigación y el desarrollo, situación contraria a la de otros
países miembros de la OCDE, donde ese sector aporta más del 50% de la inversión
total en este rubro.
3. Incentivos poco claros para investigadores. En las
universidades públicas no existe suficiente transparencia acerca de cuánto
ganan los investigadores si desarrollan una idea dentro de la institución
educativa y la llevan al mercado. En la Universidad Stanford, éstos se quedan
con más del 80% de las regalías.

4. Inversión enfocada a sólo algunas regiones del país. La
Ciudad de México, Jalisco y Nuevo León concentran el 75% de las inversiones, lo
que limita el flujo de recursos para emprendedores de otras zonas. A ello se
suma el hecho de que los grandes empresarios nacionales prefieren invertir en
sectores tradicionales, en lugar de arriesgar en nuevas compañías tecnológicas.
5. Pocos “espaldarazos”. Entre los empresarios más
experimentados y exitosos apenas existe una cultura de enseñanzahacia los
emprendedores que recién comienzan.
6. Nulo reconocimiento a los emprendedores TIC destacados.
Los casos de éxito de visionarios TIC de otros países son ampliamente conocidos
por la población mexicana, como los de Steve Jobs o Bill Gates. Sin embargo,
son contadas las historias de emprendedores mexicanos en TIC que hayan
acaparado los reflectores.
7. No existe una cultura de riesgo que acepte el fracaso
como parte de la estrategia. Ser emprendedor conlleva diversas amenazas y todos
los actores involucrados (emprendedores, inversionistas, mentores) deben estar
listos para un eventual fracaso y aprender de él. En Silicon Valley, la regla
de oro es que de 10 proyectos fracasan nueve; pero eso no inhibe el acceso a
oportunidades.
Fuente: https://www.santanderpyme.com.mx
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